La Fundación Cajasol, junto a la Obra Social La Caixa y el Ayuntamiento de Sevilla, ha organizado la exposición 'Íberos. Nuestra civilización antes de Roma', que ha sido inaugurada este miércoles 19 de septiembre y estará abierta al público hasta el 30 de octubre en la plaza de San Francisco, frente a la sede principal de la Fundación Cajasol, en horario de lunes a viernes, de 12.30 a 14 horas y de 17 a 21 horas, además de sábados, domingos y festivos, de 11 a 14 y de 17 a 21 horas.
La muestra recopila piezas de esta cultura milenaria que se asentó en la península ibérica a finales del siglo VI a. C. y sirve para representar cómo era la vida en dichos poblados desde un punto de vista escenográfico y en diferentes contextos, como la historia, la milicia, el gobierno, la vida familiar, la escritura, el comercio, la arquitectura o la religión.
El acto inaugural ha contado con la presencia de Juan Ignacio Zoido, alcalde de Sevilla, el comisario de la exposición y director de obra social de la Fundación Cajasol, Luis Miguel Pons; el secretario general de la Obra Social La Caixa, Luis Reverter; y el director territorial de la Caixa en Andalucía Occidental, Rafael Herrador.
La península Ibérica recibe su nombre de la primera cultura que presentó una cierta homogeneidad a partir de la existencia de una estructura social y económica común que se desarrolló en la costa mediterránea del sur de Francia y España. Esta civilización se asentó en el Languedoc meridional, en Cataluña, parte de Aragón, Valencia, Murcia y amplias zonas de Andalucía. Griegos, fenicios y cartagineses influyeron de forma determinante en la formación de la cultura ibérica.
Los íberos planificaron núcleos urbanos dotados de importantes fortificaciones, crearon un arte propio que se desarrolló a lo largo de cinco siglos, compartieron una misma lengua con su correspondiente escritura y una economía monetizada que permitió explotar riquezas agrícolas, ganaderas y mineras del país, convirtiéndolos en la admiración de las grandes potencias mediterráneas de la época y a la vez en un modelo para ellas.
- El contexto histórico
Tras acceder a la exposición a través de las dos torres que simulan la entrada a un poblado ibérico y que reproducen la muralla íbera de Castellet de Banyoles en la localidad de Tivissa (Tarragona), el visitante puede conocer a modo de introducción el contexto geográfico y cronológico en el que se desarrolló la cultura ibérica a partir de la proyección de un audiovisual. En él se muestran los antecedentes de los íberos, sus influencias externas y las invasiones que padecieron. Del mismo modo, presenta a partir de un mapa los principales poblados ibéricos descubiertos hasta nuestros días distribuidos a lo largo de la costa mediterránea y de la zona meridional de la península Ibérica, desde Andalucía hasta el sudeste de Francia.
- La organización militar y las formas de gobierno
El pueblo íbero no fue sustancialmente guerrero y no disponía de ejércitos bien formados. En periodos de convulsión y en ciertas ocasiones, como cuando actuaban de mercenarios de cartagineses y romanos, tuvieron que tomar las armas y luchar para defender sus intereses. En esta sección se muestra la organización militar de los íberos: las estrategias de combate, las instituciones guerreras, la arquitectura bélica y el equipamiento de caballeros y soldados.
La sociedad ibérica era una sociedad fuertemente jerarquizada. Para asentar y legitimar su poder, los príncipes íberos crearon su propio mito heroico: representaciones idealizadas de guerreros a caballo, enfrentados a enemigos humanos o a animales fabulosos, aparecen entre las esculturas del Cerrillo Blanco de Porcuna, en Jaén, descubiertas a mediados de los años setenta.
Se pueden observar los diferentes estratos de la sociedad ibérica a través de una serie de esculturas idealizadas de personajes tales como una sacerdotisa, un guerrero aristócrata, un comerciante, un artesano y, finalmente, una campesina.
- La vida cotidiana
En este ámbito se muestran las actividades que los íberos desarrollaban a lo largo del día y los utensilios que utilizaban en las labores más importantes, en concreto, la agricultura, la ganadería y la industria textil.
Los íberos desarrollaron nuevas técnicas agrícolas relacionadas con los avances de la metalurgia del hierro y del torno cerámico. Los cultivos más frecuentes entre la cultura íbera eran los cereales, el olivo y la vid. En este sentido, los íberos utilizaron el molino rotatorio tanto para el molido de cereales como para producir aceite. Una reproducción de este último se puede contemplar en la exposición, al lado de diversas ánforas de boca plana para la conservación y el transporte de aceite, vino y cereales. Un telar de bastidor, reproducciones de herramientas y objetos de la vida rural son algunos de los elementos que se muestran en la exposición.
Esta muestra dedica una atención especial a la cerámica y la metalurgia. Por su abundancia y variedad, los restos y piezas de cerámica que han llegado hasta nuestros días son un importante instrumento con el que cuentan los arqueólogos para datar los yacimientos. Bronces, terracotas y cerámicas comparten el mismo tipo de decoración esquemática y de detalle que ofrece informaciones sobre los vestidos, la gestualidad, los hábitos y las creencias religiosas de los íberos
- La escritura y el comercio
Las inscripciones que se han encontrado en vasos, monedas, plomos, cerámica o piedra permiten conocer algunas palabras del íbero, una lengua preindoeuropea de un grupo muy antiguo del que no quedan vestigios en lenguas conocidas. El alfabeto ibérico estaba formado por unos signos que representaban letras y otros que representaban sílabas. Paradójicamente, conocemos el sonido de la grafía ibérica pero no su sentido.
Un signo de la existencia de un comercio consolidado es la aparición de las monedas a partir del siglo III. Las primeras acuñaciones imitaban las monedas griegas y fenicias de las colonias de Marsella, Empúries y Roses. La distribución de los productos con los que se comerciaba a través de la geografía ibérica dio origen a la primera vía de comunicación que recorrió la costa mediterránea: la Vía Heraklea o Camino de Aníbal, que más tarde se convertiría en la Vía Augusta.
- El urbanismo y la arquitectura
En el mundo ibérico, el poblado es el centro de poder y de redistribución económica. En torno a él se construyen murallas y sofisticados sistemas defensivos. Con el nombre de oppidum se conocen las grandes aglomeraciones fortificadas, generalmente construidas en zonas de altura. Las maquetas de los poblados de Puente Tablas en Jaén, Tejada Vieja en Huelva, y Puig Castellar en Barcelona son tres ejemplos de ordenación urbanística que se muestran en la exposición. Un elemento expositivo de gran impacto en este ámbito es la reproducción a tamaño real de una vivienda ibérica, una casa de planta rectangular, construida con ado bes y cubierta con techo plano. La exposición también presenta algunas maquetas de construcciones especializadas como palacios y templos, edificios que respondían a las necesidades sociales y religiosas de la vida colectiva.
- La religión y el mundo funerario
Los íberos empezaron a crear espacios destinados a la deposición de los difuntos formando verdaderos cementerios. Esta civilización incineraba a los difuntos sobre piras de leña junto con sus pertenencias más significativas. Los restos del difunto no consumidos por el fuego eran purificados mediante el rito del lavado y posteriormente introducidos, por norma general, en una urna de cerámica que se depositaba dentro de la tumba.
Un caso excepcional es la estatua de la Dama de Baza (Granada), en cuyo trono se excavó un orificio para introducir los huesos quemados. En la exposición se reproduce esta tumba: la escultura funeraria expuesta y el ajuar, colocado tal y como se encontró en su día. Esta pieza demuestra tanto la complejidad del mundo funerario como la carga ideológica que contenía. En este ámbito, también se encuentra la reproducción a escala real de dos de las piezas más conocidas de la cultura ibérica: la Dama de Elche (Alicante) y la Bicha de Balazote (Albacete)
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