En el año en el que se cumplen cien años de la novela «Ulises», de James Joyce, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras con la colaboración de la Fundación Cajasol ha querido realizar el diálogo «Un siglo con Ulises», en homenaje a esta gran obra de la literatura universal. El acto, que ha tenido como protagonistas a Alfonso Guerra y el escritor Antonio Cascales, ha contado con la presencia de Pablo Gutiérrez-Alviz Conradi y Antonio Narbona Jiménez, director y vicedirector de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, respectivamente.

Alfonso Guerra ha comenzado su intervención señalando que «es una obra rupturista en el conjunto de la literatura y este acto también es rupturista» y agradeciendo la iniciativa a la Academia Sevillana de las Buenas Letras, «una entidad que para muchos será ejemplo de tradición, poco abierta a la vanguardia».

Guerra afirma que «los lectores necesitamos concentración, memoria para asociar los retazos fragmentados que nos permitan recomponer la realidad. Es una especie de puzzle que tenemos que hacer en la lectura. Esto requiere un esfuerzo. No es sentarse a leer una novela sin más. Hay que tener una mesa, un papel, un libro y conectar una cosa con otra».

«Lo que atrae al lector paciente de Ulises es precisamente la fascinación que Joyce siente por la palabra y la estructura de la obra. Las palabras no solo nos informan, nos transportan a un mundo de sensaciones y sentimientos. Las palabras poseen una energía evocadora que transforma nuestra vida, que destacan lo efímero de lo singular, lo permanente, y la grandeza de lo universal», ha enfatizado.

Guerra ha recordado que «Ulises fue tachado de técnicamente monstruoso, antihumanista, sucio y excremental por romper los tabúes sexuales de la Irlanda sagrada, de la Inglaterra victoriana y de los Estados Unidos puritanos» y ha lamentado que «los críticos y sus colegas, los escritores, le negaron a su obra la consideración de literatura sin apercibir que estaba abriendo el campo literario para todos, también para sus encarnizados enemigos, que no podrán evitar la influencia de la aparición de esta nueva literatura».

Para el exvicepresidente del Gobierno, «Ulises es un texto de cuya importancia nunca haremos ponderación suficiente, pero quiero ser claro: es tan difícil ser hiperbólico a la hora de resaltar la importancia de la novela como lo es la lectura de la obra. Hay que animarse de espíritu indagador, hay que tomarlo como una aventura, como una selva literaria desconocida. Si el lector es capaz de desinhibirse de prejuicios y de poner dedicación y gran atención al texto, terminará por ser una lectura divertida, llena de riesgos, trampa y satisfacciones porque Ulises no pide lectores, Ulises pide cómplices».