El adjunto a director de ABC, Juan Fernández-Miranda, y el periodista de ABC Javier Chicote acompañados de Alberto García Reyes, han sido los protagonistas del Aula de Cultura de ABC, un espacio presentado y dirigido por Francisco Robles, organizado por Fundación Cajasol y ABC de Sevilla.
Los periodistas han acudido a esta cita con el objetivo de presentar su última publicación titulada “El jefe de los espías”, un libro que el propio Francisco Robles ha definido como «un libro imprescindible para comprender la realidad de España». Esta obra no es más que un trabajo de investigación periodística, tomando como fuente fundamental el archivo de Emilio Alonso Manglano, director del CESID entre 1981 y 1995: sus agendas, sus cuadernos de notas y los informes de inteligencia que guardó. En él, se destapan diferentes apuntes acerca de la vida y trabajo profesional de personajes como el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Mario Conde, Felipe González o Margarita Robles.
Uno de los autores, Juan Fernández Miranda ha señalado que «este libro tiene la contundencia de los documentos y es un libro de historia, al final, escrito desde el periodismo, pero es un libro de historia porque la documentación es histórica. De tal manera que, tarde o temprano, a la hora de juzgar la labor de los personajes que aparecen en el libro, que son todo personajes relevantes de los ochenta y los noventa, los historiadores tendrán que ir a este libro». Por lo tanto, la labor de los autores no es más que «contextualizar levemente para hacer un hilo argumental que el lector entienda fácilmente».
A lo largo de la presentación , ambos protagonistas han ido desgranando el contenido de los documentos de Manglano, un personaje importante en la España posterior al 23-F y que ha constado algunos de los aspectos más importantes del gobierno de Felipe González, ETA, el «sindicato del crimen” o el Rey Don Juan Carlos, entre otros.
Javier Chicote ha dibujado un perfil de Emilio A. Manglano como «un personaje vanidoso, la gente que lo conoció nos dice que la vanidad podría ser su pecado». Por su parte, Fernández-Miranda ha continuado señalando que «Manglano era consciente del gran valor que tenían esos papeles que guardaba en su casa, por eso no los destruyó. Tras su muerte, sus dos hijos contactaron conmigo porque querían que escribiera una historia de su padre, pero que no fuera sesgada».