El torero Víctor Puerto y los actores sevillanos Alberto López y Alfonso Sánchez –los Compadres– han protagonizado una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, acompañados por José Enrique Moreno, moderador de estos encuentros.
Alberto López y Alfonso Sánchez son conocidos por su singular trayectoria cinematográfica que viajó de la artesanía de You Tube que comenzó a hacer rodar su fama –inolvidables parodias de las tribus urbanas hispalenses encarnadas por el Culebra y El Cabeza- hasta ese largometraje titulado ‘El mundo es nuestro’ que abrió una peculiar trilogía convertida en retrato convexo de toda una sociedad.
Por su parte, Víctor Puerto, torero de origen manchego, marcó los mejores hitos de su carrera en la yema de los 90. Puerto ya tuvo oportunidad en su día de entrenar física y mentalmente a la pareja para enfrentarse a un becerro delante de las cámaras de Canal Sur en un programa en el que Alberto y Alfonso tenían que enfrentarse a distintos oficios singulares. “Ninguno con ese riesgo real como es enfrentarse a una vaquilla”, comentó Alberto.
Pero lo del cine, también lo mencionó el moderador, era “una mera excusa” para romper el hielo. Moreno aludió a los principios del cinematógrafo para ir hilando una charla que partió de una idea, apuntada por Agustín Díaz Yanes en una anterior charla en Cajasol: “aún no se ha hecho la definitiva película de toros”. Los compadres hablaron de su condición de dúo, no buscado, que ha acabado convirtiéndose en parentesco por la vía del padrinazgo de uno de sus hijos.
Alberto, por su parte, señaló que para hacer una película de toros “hay que destacar la figura del torero como héroe” aludiendo a obras como el ‘Belmonte’ de Chaves Nogales, a las circunstancias de la forja del torero trianero como “factores muy cinematográficos que merecen ser contados”. Alfonso habló de otra serie inolvidable, Juncal, que le causó fascinación siendo un niño. “Ese icono, ese personaje de Paco Rabal, me dejó fascinado; había unos ingredientes tremendos en un personaje que mezclaba su nobleza con su condición de pícaro, tenía mucho que ver con la Sevilla que había conocido de pequeño en los bares, con esa fullería… tuvo mucho que ver con que yo me dedicara a esto y además transcurría en Sevilla…”
José Enrique Moreno recordó al director de la serie, Jaime de Armiñan, que ya participó en un ‘Mano a Mano’ anterior. Pero era el turno de Víctor Puerto que analizó la figura del torero como personaje cinematográfico volviendo a incidir en Juncal. “Es la serie que más se ha acercado a los verdaderos valores del toreo más allá de los tópicos retratados en otras películas”. Puerto aludió a los niños y jóvenes que entrena. “Tienen unos valores y una educación que me emocionan; rompen esas barreras y esos miedos que todos tenemos”. Alberto y Alfonso recordaron esos entrenamientos, de la mano de Víctor, en los que descubrieron los rigores del toreo. “No es lo mismo correr que huir”, bromeó Puerto. Alfonso evocó los previos de aquella experiencia, de la seriedad de una prueba delatada en “la cara cambiada” del propio torero. “Salió un animal difícil y Víctor tuvo que emplearse a fondo…”
Las imágenes de la prueba se proyectaron en la pantalla del auditorio de Cajasol, delatando el calibre del valor de cada uno. “Captaron desde el primer momento que eso es muy complicado” señaló Víctor. “Le crecen hasta los ojos”, bromeó el torero reconociendo que se había tratado de una experiencia “muy bonita”. En el mismo envite pudieron conocer la ganadería onubense de Marcelino Acosta. “Fue una experiencia alucinante” añadió Alfonso que, con Alberto, participó en la faena de dar de comer a los toros desde la parte de atrás de una ‘pickup’. “No olvidaré nunca la mirada de ese animal, tenía personalidad y aprendí a valorar lo que hacen los toreros tarde a tarde cada temporada”, remachó. “La belleza del toro bravo en el campo es inconmensurable” añadió Alberto antes de que su compañero destacara “la libertad” de las reses en el campo bravo.
“En otro de esos programas nos llevaron a dar de comer a unos lobos pero no tiene nada que ver con los toros” remachó Alberto. Puerto incidió sobre esa idea de “la personalidad” del toro defendiendo el ecologismo del campo bravo y su condición de fuente de cultura. “Es el único animal que tiene identidad”, prosiguió el torero, aludiendo a la genealogía y la genética del ganado de lidia, cuidadas durante generaciones por sus criadores. “Me encantaría tener la oportunidad de transmitir esa grandeza a la gente; la vida no es Disney”, remachó el matador antes de retomar el hilo de la experiencia de los compadres en la finca de Marcelino Acosta, reconvertidos en improvisados vaqueros de la vacada onubense, echando el pienso y las pacas de paja por los cerrados con desigual pericia.
Pero había que cambiar de tercio, ahondando en la faceta de ‘coach’ emprendida por Víctor Puerto que comanda un centro de alto rendimiento taurino enfocado a profesionales y aficionados de todas las edades. “Me hubiese encantado que cuando yo empezaba hubiera tenido una persona que supiera lo que se siente cuando te pones el capote de paseo y te dicen que ese día tienes que morir en la plaza” refirió el torero. “Hay que conocer a la persona para que se enfrente a sus miedos, no sólo ante el toro sino en el día a día, en un examen, con sus problemas…” reflexionó Puerto evocando sus años en activo. “Hay un momento en el que dejas de hacer las cosas por gusto y empiezas a hacerlas por trabajo y cuando coges una muleta tienes que ser el más feliz del mundo”, añadió el matador recordando los miedos y las incertidumbres de sus propios inicios profesionales. “Lucho por que los chavales aprendan a divertirse en el camino para que llegue la felicidad de, por ejemplo, verte anunciado en Sevilla”.
“Yo he llegado a estar puesto en Sevilla y estaba deseando que llueva”, recordó Víctor. Llegó a afrontar una tarde de seis toros en la plaza de la Maestranza con una cornada fresca. “Son situaciones que se pagan”, reflexionó el torero que aún quiere afrontar una temporada de despedida que no pudo culminar, después de anunciarla, por los rigores de la pandemia. Ese terreno de los miedos fue abordado por Alfonso. “He llegado a querer ponerme malo para no estar en un sitio con máxima audiencia; me dedico a esto porque me ilusiona y me enamora y cuando pierdes eso es terrible pero siempre quieres volver a donde eres feliz”. Alberto remachó la idea buceando en su propia formación como actor: “no es lo mismo esos profesores que te cuentan lo que se siente antes de un estreno”.
No obstante con la película ‘El mundo el nuestro’ fue cuando alcanzaron sus mayores logros “Ahí tomamos la alternativa pero acabamos indultando el toro con ‘Ocho apellidos vascos’ sentenció Alfonso. Puerto también tuvo tiempo de recordar sus orígenes, del primer becerro, de la inocencia de las primeras actuaciones y de una pregunta definitiva, ¿por qué quieres ser torero? que su padre respondió diciéndole que con el traje de luces podía comprarse un mercedes pero también perderlo todo.