El torero Borja Jiménez y el guitarrista Paco Cepero han protagonizado una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, acompañados del periodista José Enrique Moreno.

La larguísima carrera artística de Paco Cepero no necesitaba de demasiadas presentaciones. El joven diestro de Espartinas ha sido uno de los últimos grandes triunfadores de la temporada 2023 después de cortar tres orejas. Aquel 8 de octubre le cambió la vida convirtiéndole en una seria opción de relevo en el actual escalafón de los matadores de toros gracias a su tesón y ganas de ser.

José Enrique Moreno, moderador habitual fue el encargado de romper la primera lanza preguntándole a Paco Cepero si la guitarra era la mejor música para acompañar el toreo. El maestro habló de toreros que entrenaban con su música –de López Simón al mismísimo Morante- expresó su respeto por esos hombres que se visten de luces cada tarde.

Torero y tocaor mostraron una admiración mutua aunque Cepero, reconoció que “en la plaza no hay canciones”. Tiró de su propia experiencia, de los miedos que aún le acompañan cada vez que sale a un escenario. “Se me ponen las manos, heladas, me pongo en blanco y no sé ni lo que sigue”, bromeó el jerezano . Pero para hablar de miedos hay que escuchar a los toreros: “cuando vas en la furgoneta camino de la plaza estás deseando que se harte de llover y se suspenda”, apostilló Borja. Cepero en cambio, ha confesado que “una de las cosas más importantes que hay en el arte es la humildad, porque hay quién no se repone de un éxito”, añadió entre bromas el tocaor flamenco.

“Mi única obsesión ahora es mi preparación”, explicó el matador. “De momento están llamándome para todo tipo de tardes pero tengo claro que tengo que seguir toreando ese tipo de encastes que me han aupado este año pero debo hacerlo en sitios importantes”.

Borja se puso algo más serio hablando de su propia forja, de los años de vacío antes de lograr dar el aldabonazo en Madrid recordando el caso de toreros de todas las épocas que supieron aguardar en el banquillo hasta que llegó su momento. “Es duro psicológicamente, sacrificas muchas cosas, irte de viaje, salir a cenar… lo dejas todo por entrenar y tu entorno no llega a entenderlo del todo; tampoco ves la recompensa, pero mi familia siempre ha estado ahí y tienes que mantener el tipo por ellos”.