Un ganadero y un filósofo, Victorino Martín y Francis Wolff, han sido los protagonistas de este nuevo 'Mano a Mano' de la Fundación Cajasol, desvelando las conexiones entre la cría del toro bravo y el pensamiento.
Francis Wolff es un filósofo francés profundamente enamorado de la ciudad de Sevilla donde fue pregonero taurino en 2010, ciudad a la que llamó "la tierra prometida del toreo". El francés se aficionó por casualidad en Nîmes, ni sabía que había toros en Francia: "Para mí Sevilla era la plaza que mi afición tenía que conquistar". Protector y defensor de la fiesta, Wolff admite que fue un gran honor "ser elegido por la ciudad que yo había elegido conquistar" para dar su pregón taurino.
A la pregunta de si tienen que ver la filosofía con los toros, Victorino Martín aclaró que el toro en sí es filosofía, explicando incluso que los tercios de la lidia marcan el proceso de la vida.
A Wolff al principio le interesaba más la estética de la tauromaquia, más que defenderla, "pero ahora hay que hacerlo", aseguró. El filósofo francés hizo un repaso y una comparación con la situación taurina actual en el sur de Francia donde sí se lucha por continuar con la tauromaquia, con la española.
"La gente del toro tenemos que quitarnos los complejos y luchar por lo que es nuestro. A partir de cierto momento los toros dejaron de ser políticamente correctos y se dejaron de cuidar en los medios de comunicación más importantes, y la juventud no ve los toros como algo natural porque se ha aislado", matizó el ganadero.
"Es un patrimonio que hemos heredado de generaciones anteriores y le hemos dado la espalda, nos hemos avergonzado, y a las nuevas generaciones no se les ha dado información de lo que simboliza y representa la fiesta de los toros. Nosotros lo hemos tenido tan fácil que no nos hemos molestado en enseñarlo. Esta fiesta está en confrontación directa con otras culturas que nos quieren imponer, nos meten la cultura anglosajona, por lo que nuestra cultura nos la están solapando otras", añadió Victorino Martín.
"La Tauromaquia transmite valores, de lo sagrado, lo eterno, y el toro enseña los valores que a esta sociedad le hace falta. La sociedad influye en los toros y los toros en la sociedad. En el mundo del toro la palabra iba a misa, mientras que ahora ya en la sociedad la palabra se la lleva el viento".
Para Francis Wolff, "ser torero no es torear, ni torear bien, es la manera de ser y de enfocar la vida de una manera. Estar en el ruedo frente al toro y frente a los compañeros, en el ruedo siendo figura y en el ruedo en el fracaso. He comparado al torero con un sabio de la antigüedad, en su casa es como nosotros, pero cuando sale a la calle se siente torero, siente el peso de una profesión que no es sólo profesión, sino hombría, es la imagen del hombre en el ruedo. Tiene su verticalidad, esa verticalidad ya es la imagen del torero con la horizontalidad del animal, el orgullo de ser torero y deber técnico y estético, valor, domino de sí mismo, no mostrar sus emociones, no mostrar su miedo que no quiere decir que no lo tenga. La diferencia entre un torero y yo, es que ante el miedo yo huiría mientras que él tiene que afrontar la embestida."
Y quién mejor para hablar sobre ser torero que alguien que intentó serlo, como Victorino: "Para vencer al animal y dominarlo y compenetrarte con él, tienes que maximizarte como hombre. Querer ser torero es aprender disciplina, saber diferenciar y dar valor a los factores de una determinada situación para poder afrontarlos."
De la beligerancia en Cataluña fue participe Wolff, "hubo la estocada por la política, pero desafortunadamente no había mucha afición en Cataluña, con 2000 personas en el ruedo no puedes salvar la fiesta. Distinto es que la fiesta muera por muerte natural a lo que se hizo, creo que una vez que una tradición ha muerto es casi imposible resucitarla."
Mientras que el ganadero resumió lo acontecido en Cataluña con una reflexión directa y sin tapujos: "De todos los lazos que unen culturalmente con el resto del estado español el toreo era el más débil, y era una forma de romper lazos".
También reflexionó sobre si la profesión también está afectando al devenir de la Tauromaquia: "más que por los errores diría que por la omisión de la acción, no se entiende que la Tauromaquia no tenga un organismo que defienda y regule la Fiesta en pleno siglo XXI. Es imprescindible crear un organismo que defienda, y aquí se están confundiendo los intereses particulares con los intereses generales, pero para ello hay que ser generosos y dejar la parcela de uno para hacer la parcela de todos."
Comparando aficiones: "La afición francesa no tiene nada que ver con la que conocí hace 45 años pero no es una sensibilidad inmediata al toreo como hay en Sevilla" según Wolff. Mientras que para Victorino: "lo que el toro lo que te enseña es que cada ciudad tiene un espíritu colectivo, y Sevilla tiene unos valores que son únicos como la sensibilidad, y Francia tiene una cultura de raciocinio por detrás tremenda".
Tuvo Wolff palabras para los antitaurinos que dicen que los taurinos son despiadados, crueles, insensibles, ante estos adjetivos defendió su punto de vista aludiendo a que la mejor defensa de la tauromaquia es el trabajo de los ganaderos.
Sobre la polémica surgida en los últimos tiempos en el mundo taurino Victorino hizo alusión "a la unidad, a luchar por la tauromaquia y explicar a la sociedad por qué amamos esto. Es el momento menos indicado para dividir".
Y para rematar este 27º Mano a mano se planteó la necesidad de acercar los toros a la juventud, donde Wolff recalcó que la clave está en explicar sin complejos de padres a hijos por qué se va a los toros, qué es la lucha contra el animal y qué significa.
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