El matador de toros Pedro Gutiérrez Moya ‘El Niño de la Capea’ y el dúo musical ‘Los del Río’ han protagonizado una nueva edición de los Mano a Mano de la Fundación Cajasol, en concreto la número 65 de estos encuentros culturales que se celebran en Sevilla desde 2007.
La música, un argumento recurrente en el hilo histórico de estos eventos que suman la trascendencia de un torero con la vigencia de un artista o personaje de la vida cultural o social, volvía a ser el nexo aparente de la cita entre tres personajes que ya pertenecen por derecho propio a la historia doméstica de este país. Pero más allá de la música y el toreo estaba la antigua amistad que vincula al dúo de artistas con uno de los toreros más emblemáticos de aquella generación de los 70 y 80 del pasado siglo XX.
Su presencia se solapaba en el circuito festivo de este país. Si ‘El Capea’ protagonizaba los carteles taurinos en las tardes de toros, Los del Río acaparaban las horas nocturnas. Los músicos de Dos Hermanas –Antonio y Rafael o Rafael y Antonio, que tanto monta- fueron los responsables de llevar rumbas y sevillanas más allá del cerco de Despeñaperros en esos años de vino y rosas en los que España era una fiesta. José Enrique Moreno, creador y moderador habitual de estos encuentros, abrió fuego recordando que en este martes de otoño, día 22 de noviembre, se celebraba el día de Santa Cecilia, la patrona de la música. No era mal día…
El recordatorio sirvió para poner en suerte la noche, hablando de las virtudes taurinas y humanas de Pedro Capea al que Moreno definió como un “auténtico orador del toreo”. “Podríamos haber llamado a este encuentro el toro y la amistad”, insistió el moderador para ubicar el verdadero nexo vital de los invitados. “Nuestra amistad es muy antigua, desde los tiempos del hotel Ercilla de Bilbao” evocó Antonio Romero. Capea terció pronto hablando de sus sensaciones delante del toro con esa música que “es un plus y permite meter al público en la faena, dándote moral y ánimo en algunos momentos”. El veterano diestro de Salamanca se decantó por el pasodoble “de toda la vida”. Rafael cambió un punto el tercio: “lo mejor de Sevilla está hoy aquí y es que el toro tiene la capacidad de unir a la gente buena”. Pero había que seguir hablando de música, hasta de las polémicas de ciertas bandas.
“Adriano y Trajano jugaban a torear y por eso Sevilla es del toreo la catedral”, improvisó Antonio. Capea habló de la inspiración como punto de encuentro entre músicos y toreros. “Cuando surge ese chispazo en la plaza hay una explosión y con los músicos es lo mismo”, remachó el torero. Había que hablar de otras sensaciones, de ciertos miedos, tan distintos, como los que comparten los artistas del toro y de la música antes de enfrentarse al toro o al público en la soledad de una habitación de hotel o un camerino.
También había que hablar del público, de recuerdos, del abanico inmenso de artistas con los que un día compartieron escenario, de referentes como los hermanos Reyes, los Toronjo. “Estábamos todos a 400 pesetas y soñando porque Pulpón nos pusiera en las mejores fiestas pero todos estábamos alrededor del mundo taurino, de Las Ventas al Wellintong…” La cascada de recuerdos dio pie a hablar de esa convivencia entre toreros y artistas. “Íbamos a los mismos restaurantes, a los mismos hoteles, convivíamos mucho. Es muy difícil triunfar en ambos mundos y compartimos los mismos sueños”, añadió Pedro.
En el fondo todo es un trabajo, “pero hay que tener ilusión en esta vida”, sentenció Rafael. En ese terreno de ilusiones Capea habló de su recentísima reaparición puntual en la plaza de Guijuelo. “Estaba soñando despierto y volví a mi juventud, con más ilusión que cuando debuté con caballos; mi vida ha sido el toreo y he tenido la oportunidad de sentirlo con 70 años…”. Se trataba de celebrar el 50 aniversario de alternativa y pudo hacerlo toreando. En ese punto surgieron los miedos, las dudas… “al principio sí estuve nervioso pero llegó un momento en el que me olvidé y comencé a ser feliz en el ruedo, orgulloso de estar en la plaza y ser capaz de transmitírselo a la gente; en ese momento sentí que tenía veinte años”.
“Nos hiciste pasar uno de los días más felices de nuestra vida”, exclamó Rafael. Antonio confesó que le habría gustado ser torero –presumía de parecido con Paco Camino- recordando sus tiempos de aficionado en La Corchuela. “Si no toreabas te venías cargado de higos”, bromeó antes de rememorar otros momentos más amargos en su larga relación con Pedro Capea como aquel cornadón de Sevilla, pero también la gloria de los años mexicanos, ungido como sucesor de Camino de ‘consentido’ de los manitos.
“El toreo va combinado con el amor, con la mujer, con los hombres, todo se compagina porque hay una magia, una musa… cuando aparece el duende es éxito asegurado”, proclamó Antonio. Capea habló de los preparativos de su vuelta hablando de “reciclaje”. “El disco duro se pone en marcha y pude disfrutar del toro por momentos, de esos momentos en los que lo conseguí que vieran al Capea de toda la vida”. Su hijo Pedro y su yerno, el matador de toros Miguel Ángel Perera, fueron claves en ese proceso de reaparición. “Sabían que se lo ibas a poner muy difícil”, bromeó Antonio. Pedro habló de esa puesta a punto, de la adaptación “al toreo moderno” en duros tentaderos que le pusieron a prueba. Pero el matador se refirió a otras vertientes interesantes como la definición del toro contemporáneo, “más voluminoso pero mucho más previsible que el de mi época”.
En ese punto surgió la pregunta recurrente. ¿Se torea hoy mejor que nunca? “Se torea más bonito pero falta un poco de alma, de competencia, de ponerse de tú a tú”, sentenció Pedro Gutiérrez sin poder disimular cierta nostalgia. Esa nostalgia se hizo extensiva a Los del Río. “Echo de menos el pellizco de antes, ahora todo es igual” argumentó Rafael hablando de “verdad”, “corazón…” En ese punto Antonio recordó aquellos tiempos de tablaos sin micrófonos antes de hacer un canto al toreo, “lo más grande que hay en este país”.
El Capea habló del “hambre” como motor de su primera afición. “En mi casa no había ni agua corriente y escogí ese camino pero acabé enamorándome de ese camino y del toro”, recordó el diestro de Salamanca ubicando los ejes de su vocación taurina. “En algunos momentos me he podido acercar a mi toreo ideal y eso es inigualable”. Moreno habló de la dureza de la crítica de la época. Capea le habló de sus inicios, de su afán por triunfar antes de evolucionar como torero en la yema de los 80 después de pasar por la metamorfosis de México. “Tuve dos etapas en mi vida, una en la que me sentí hombre y otra en la que sentí como torero sabiendo que había cumplido con mi obligación”.
Si en la evolución musical de ‘Los del Río’ estuvo ‘La Macarena’, en la historia taurina del Capea hubo dos toros providenciales, uno en México y otro, el célebre ‘Cumbreño’ de Manolo González que le cambió la vida y le renovó el crédito anteE la gente. ¿Qué decir de esa ‘Macarena’? “Estábamos en los tablaos de Madrid pero queríamos buscar alternativas nuevas; nos dimos cuenta que los tablaos iban bajando y las discotecas iban subiendo. De ahí llegó el boom de las sevillanas, formamos un taco tan tremendo…”, recordó Antonio poniendo el color, el olor y el sabor de aquellos años que ya parecen tan lejanos.
La noche aún dio mucho más de sí, para recordar nombres, sitios, ciudades, salas, ‘boites’, discotecas, tablaos… Lola Flores, Antonio el Bailarín, Beni de Cádiz, Manolo González… Capea también habló de sus sensaciones en Sevilla, de aquel toro de Salvador Domecq en el 87 que cambió la percepción del público de la Maestranza. Había llegado el final y Los del Río se arrancaron haciendo lo mejor que saben hacer: cantar.