El Cine-Club de la Fundación Cajasol arranca este año 2017 con un homenaje a Andrzej Wajda, para muchos críticos la figura más importante del cine polaco. El Teatro de la Fundación Cajasol en Sevilla ofrece este mes de enero lo que se conoce como la llamada ‘Trilogía de la Guerra’, con tres de las películas más representativas de su filmografía: Generación (Pokolonie), Canal (Kanal) y Cenizas y diamantes (Popiól y diament). En ellas se retrata la dura situación por la que pasó Polonia durante la ocupación alemana y las actividades de algunos grupos de resistencia. No son filmes heroicos ni enaltecedores, sino más bien crudamente realistas y que reivindican el papel de estos combatientes sin caer nunca en la idealización. Todas las sesiones son de entrada libre hasta completar el aforo de la sala.
En Generación, película que será emitida este viernes 13 de enero, en dos sesiones (17.00 y 20.00 horas), Wajda se sumerge en Polonia durante la ocupación nazi, cuando toda una generación de jóvenes tiene que crecer deprisa, debido a las adversidades. Stach es un adolescente que vive en un suburbio miserable de Varsovia. Junto con sus amigos, guiado por distintas motivaciones y no sólo el fervor comunista, se opone a los nazis. Se adentra en el movimiento de resistencia, donde conoce a la valiente y bella Dorota. Pronto se ve implicado en la arriesgada búsqueda de dignidad, madurando mientras asume la responsabilidad de las vidas de sus amigos y compañeros. Se trata del primer largometraje con el que debuta Wajda. En él destaca su fotografía y el uso del plano secuencia que alcanza cotas verdaderamente remarcables. Un producto de cierta naturaleza neorrealismo con dosis de thriller lleno de suspense en el que se incide en la deshumanización a la que conduce la guerra: de jóvenes valientes a héroes anónimos.
En Canal, película que será emitida el viernes 20 de enero, en dos sesiones (17.00 y 20.00 horas), nos situamos en Varsovia, en septiembre de 1944. El teniente Zadra, al mando de uno de los últimos batallones supervivientes del levantamiento contra los nazis, va perdiendo posiciones hasta recibir la orden de retirarse a las alcantarillas para reagruparse en el centro de la ciudad. Con el enemigo esperando arriba, el grupo se va desorientando y desperdigando por las cloacas para llegar, por diferentes caminos, al mismo desenlace. Se trata del segundo film de Wajda, mucho menos exitoso que Generación, pero que supone la definitiva ruptura con el realismo soviético sobre la Segunda Guerra Mundial. Surge el individuo frente a la guerra y así, el cine polaco, con sus peculiaridades, se suma a la nueva forma de filmar el hecho bélico de Fuller, Kobayashi, Kubrick o Monicelli. Claustrofóbica, asfixiante y descarnada, esta opresiva película se aleja de la cinematografía bélica clásica del realismo socialista. Desaparecen el esquematismo y el maniqueísmo de trazo grueso; ya no hay alemanes malos, muy malos, sino un enemigo fuera de campo; ya no se narran hazañas de héroes polacos en pos de la clase obrera, sino soldados con problemas personales que descienden a un infierno de resonancias dantescas. Un logrado montaje ensalza las muy conseguidas interpretaciones que nos traspasan el sudor, dolor y suciedad de los personajes.
Por último, con Cenizas y diamantes, película que será emitida este sábado 28 de enero, en dos sesiones (17.00 y 20.00 horas), Wajda finaliza la tercera película de su trilogía sobre el tema. Recién terminada la segunda guerra mundial, en la cual Polonia fue una de sus víctimas radicales, describe la heroica rebelión juvenil del pueblo contra sus presagios y efectos aniquiladores. Tal rebelión está cargada de esperanza. La definición del filme está tomada de unos versos del poeta romántico compatriota Cyprian K. Norwid (1821-1883). El título del filme, Cenizas y Diamantes, ya expresa la ambivalencia de los juicios históricos y su intento de unificación de opuestos, que caracteriza a buena parte de la poesía y música polacas, siempre añorantes de una vida mejor.
Con este filme A. Wajda se manifiesta seguidor de un realismo poético que después continuará en gran parte de su amplia producción. Tal incidencia y fidelidad a los valores patrióticos, dentro de un clima poético de notable concentración, le hace triunfar no sólo en los festivales nacionales polacos como los de Gdansk y Varsovia, sino en los europeos internacionales de Cannes, Venecia o S. Sebastián, e incluso en los especializados españoles de Valladolid, Barcelona o Cádiz. En todos sus respectivos palmarés aparece Wajda, con gran incidencia, como el cineurgo de la espera y la esperanza. Por otra parte, la constancia de su creatividad no cede sino que corre pareja con su vida.
A pesar de la difícil etapa de materialismo dialéctico económico y político en que le tocó rodar este film, Wajda consiguió ofrecer a la opinión pública y a la crítica mundial un ejemplo de honradez política y fe en los valores y las personas que sabían vivir de ellos e incluso morir por ellos. Su patriotismo se muestra confiado en la siguiente generación, a quien también esperaban momentos difíciles pero que culminarían en triunfos, como él mismo lo había experimentado en su propia vida. Esta actitud inquebrantable ha hecho que el maestro polaco haya sido considerado por muchos críticos como el gran cineurgo de la esperanza histórica en y por el séptimo arte.