El torero sevillano Pablo Aguado y el Adjunto al director en ABC de Sevilla, Alberto García Reyes, han protagonizado este martes 1 de octubre, el primer ‘Mano a Mano’ tras el verano en la sede de la Fundación Cajasol en Sevilla; el número 55 de un ciclo que se celebra en Sevilla desde 2007 y que se adentra en las conexiones culturales del mundo del toro. En esta ocasión se ha abordado el tema ‘El toro y la palabra’, con la máxima expectación que ha despertado entre el público, que agotó las invitaciones horas después de ponerse a su disposición. Como es habitual, el acto ha sido presentado por el periodista y director de Toromedia, José Enrique Moreno.

Esta nueva cita proponía la revisión de un tema recurrente: la relación entre el toreo, la literatura y el periodismo –la palabra- como tema central, aunque en ella se ahondó también en las trayectorias de ambos ponentes, con un recuerdo obligado al impresionante triunfo del torero sevillano en la pasada Feria de Abril y al gran pregón taurino que pronunció el periodista en el teatro Lope de Vega en la mañana del Domingo de Resurrección.

 

«Pablo utilizó las herramientas de los toreros, el capote y la muleta, para conseguir uno de los triunfos más rotundos que se recuerdan en Sevilla y Alberto consiguió triunfar en su pregón a través de la palabra», señaló el moderador antes de presentar a sus invitados. José Enrique Moreno usó el propio pregón de García Reyes como hilo conductor de la sesión. El moderador evocó el «miedo» como primera idea. «Es que el miedo al escenario es tremendo y además de sumarle el miedo al toro tienes que poder expresarte artísticamente; eso sólo puede estar al alcance de los superhombres», señaló Alberto García Reyes. «Es que el miedo es necesario», apostilló el matador. «Gracias a ese miedo valoramos mejor lo que estamos haciendo», añadió Aguado evocando el grandioso triunfo de aquel viernes de farolillos, un acontecimiento que, de alguna manera, se ha convertido en un referente inalcanzable. «Con el tiempo llega hasta a pesar porque luego estás obligado a repetirlo; llegas a verlo difícil y cada vez lo valoras más», apostilló Aguado.

El periodista leyó algunos fragmentos de su pregón que sirvieron para reflexionar sobre la literatura. «Cuando escribimos debemos perder un poco la cabeza», señaló García Reyes comparando su pregón, de alguna manera, con el triunfo de Pablo Aguado. «Es que cuando una cosa es tan excelsa es mejor que no vuelva a ocurrir», argumentó el pregonero. «Cuando ves a torear a Pablo, olvidándose de sí mismo… ¿tú te olvidas de ti mismo?», interrogó al torero. «Todas las artes convergen en lo mismo, nacen de un sentimiento concreto», respondió Aguado. «La valentía no es no tener miedo sino afrontarlo; un torero no puede ponerse delante de un torero como si fuera a torear de salón».

El pregón como hilo conductor

El texto también sirvió para reflexionar sobre el alma taurina de Sevilla y su plaza de la Maestranza. «Es un templo y su monumentalidad ya te lleva a hablar bajito; el ambiente y los aficionados que hay allí sentados… es un museo vivo del toreo que hay que defender y conservar. Eso es lo que la hace distinta», espetó Alberto García Reyes señalando que «uno se va mejor de allí, eres hasta mejor persona», haciendo alusión a la gran faena del joven matador sevillano. «Es un templo», repitió Aguado. «La plaza, la mires por donde la mires, es distinta a las demás».

Pero el pregón seguía sirviendo de hilo conductor. En la pantalla del escenario se proyectó un nuevo fragmento: «El toreo es un huracán que no puede con una hojita de papel», señalaba el texto. «Ser capaz de pegar un capotazo despacio a la velocidad que va ese animal, con esa fiereza, es algo tan difícil que los toreros no somos capaces de explicar», explicó Pablo. La reflexión sirvió para evocar el concepto de toreros como Curro Romero y Rafael de Paula. «Es que vivimos un momento en el que el arte está falto de profundidad», argumentó García Reyes invocando la «personalidad» como una de las virtudes fundamentales del artista. «Son bolas que caen del cielo y a este señor le ha caído esa bola», bromeó el pregonero señalando al torero.

Pero había que volver a intentar asomarse a la entraña del toreo, un arte que es fácil de sentir pero muy complejo de explicar según afirmó el matador que sí supo adentrarnos en su renovado concepto que le ha convertido en uno de los intérpretes imprescindibles de la nueva hornada de matadores: «tenía un cacao en la cabeza, entrenaba muy forzado y de vez en cuando ensayaba algo que creía que era irreal; empecé a cambiar de mentalidad y recordé un consejo de Pepe Luis “esto es más sencillo de lo que parece», me dijo”. «Me di cuenta de que era la mejor forma de llegar a ti mismo y de llegar a la gente; antes de Sevilla lo pasé fatal y no era capaz ni de coger un capote. Luego llegó el día y embistieron los toros y me di cuenta de que lo que decía Pepe Luis era verdad. Las cosas son más sencillas de lo que parecen».

«Lo más importante en el toreo es el ritmo», argumentó Aguado para acercarse a su concepto. García Reyes aludió a la «naturalidad». Pero había que recordar la faena reveladora de Pablo Aguado, diseccionada por el propio matador. «Llegas a un punto en el que te olvidas de todo, sólo escuchas los olés y a lo mejor por eso, precisamente, llegan esos olés». Aguado recibió después la llamada de Curro Romero, presente en la sala, al que situó como uno de sus referentes taurinos. Pablo recordó una anécdota de aquella conversación: «No pegues más largas cambiadas que eso es para toreros sin recursos», le indicó el Faraón.

La charla ya entraba en su recta final recurriendo a una nueva cita del pregón de García Reyes. «¿No va a ser grande el toreo, si Dios ha escogido para su grandeza a hombres como Curro y los ha puesto al servicio de esta obra? Lo digo más claro: con Curro se demuestra que a Dios le gustan los toros».