Prácticamente todas las emociones influyen en mi hábito de consumo. Si estoy contento, estoy más predispuesto a gastar. Por eso las tiendas en los parques temáticos están puestas a las salidas de las atracciones. Si estoy triste o depresivo lo que me recomiendan es que me vaya de compras. Conseguir cosas mejora mi ánimo.
Los profesionales de la Publicidad y el Marketing saben que la vanidad, el orgullo y la envidia son grandes motivaciones para las compras y serán utilizadas, sin escrúpulos, en la creatividad de sus campañas para las marcas de sus clientes.
Por mi parte puedo poner en guardia a los jóvenes sobre estas prácticas para que tengan un mínimo de conocimiento y hagan un análisis de lo que les llega incitándoles a consumir.
Empecemos, compararme continuamente con los demás. Compararme en posesiones: si mi vecino se compra un coche, yo me compro uno mejor; si mi amigo hace un viaje por España, yo lo hago por Europa… La comparación en símbolos externos con los demás me puede llevar a vivir por encima de mis posibilidades, corro el riesgo de sobre endeudarme y deteriorar mi salud financiera.
Las campañas de publicidad incitarán a poseer cosas que nos hagan ser la envidia de los demás; pero debo hacer comprender a los jóvenes que independientemente del estilo de vida que haya elegido, gastar más de lo que ingreso, solo me alejará más de ese estilo de vida. Gastar mis ahorros o endeudarme en compras ostentosas nunca aumentará mi riqueza; al contrario, siempre la disminuirá.
La codicia: conseguir lo que quiero a toda costa. Me hace olvidar la lógica y el sentido común para no perder una oportunidad única de ganar mucho dinero o de ignorar los riesgos de una inversión.
Los estafadores financieros se aprovechan de mi codicia para hacerme caer en sus fraudes: promesas de grandes ganancias con riesgo mínimo en poco tiempo; pero debo hacer comprender a los jóvenes que rentabilidad y riesgo van siempre de la mano: una alta rentabilidad implica un alto riesgo de pérdida. No solo de la ganancia prometida; sino también de todo el capital invertido.
El bombardeo continuo de la publicidad en todos los medios de comunicación, en las redes sociales, en la calle, en los comercios, en los transportes públicos… no queda un metro cuadrado de espacio libre que no me incite al consumo.
Detrás de todos estos mensajes hay muchos recursos económicos invertidos y extraordinarios profesionales que saben manejar mis emociones (el amor, la felicidad, la belleza, la autoestima, la aceptación de otros…) para promocionar cualquier producto e inducirme a su consumo.
Posiblemente, yo como adulto puede que no me vea tan influenciado por los mensajes publicitarios como los niños y jóvenes; pero debo informarles de algunas precauciones que deben tomar con los mensajes publicitarios:
- Identificar estrategias de marketing que influyen en las compras. ¿Con qué cantidad asocias un precio de 2,99 €, con 2 € o con 3 €?
- Diferenciar entre una opinión y un dato. ¿Tomarías en serio el comentario de un futbolista famoso sobre una inversión financiera?
- Evaluar el mensaje publicitario con la realidad. ¿Conducir un magnífico coche te da más libertad, cuando en tu ciudad el tráfico es caótico a determinadas horas?
Si los jóvenes tuvieran conocimientos de las técnicas de marketing que se utilizan en la publicidad, les afectarían menos y tomarían mejores decisiones de compra.
Los mensajes publicitarios también llevan a la confusión y hace que deba aclarar conceptos financieros básicos, concretamente el AHORRO.
Muchos jóvenes relacionan ahorro con consumir artículos en oferta o en rebajas y no con reservar un dinero para más adelante utilizar en una emergencia o en adquirir algo para lo que hemos planificado ese ahorro.
Se puede concluir que, para formarse en competencias financieras, además de conocimientos, hay que trasladar el desarrollo de actitudes positivas y la capacidad de identificar y gestionar actitudes humanas que dan al traste con toda la formación financiera.
Fuente: CNMV, Banco de España y Servicio de Formación en Red. INTEF: Educación en Finanzas para la vida.