La presencia de Antonio Muñoz Molina en la Fundación Cajasol ha despertado un gran interés entre un público amante de la cultura y fiel al estilo del escritor, que protagonizó este miércoles 21 de octubre la conferencia ‘Aprendiendo a escribir novelas’, en conversación fluida con el periodista Alejandro Luque. El inmenso placer que supone leer sus obras se trasladó en forma de oratoria a la sala principal de la Fundación Cajasol, donde cerca de trescientas personas escucharon con suma atención las reflexiones literarias y vitales de Muñoz Molina.
Durante su intervención, el escritor hizo hincapié en que a la hora de enfrentarse a una obra «hay que poner los cinco sentidos porque un texto siempre puede ser mejor». Muñoz Molina considera que «vas descubriendo la novela que vas a escribir conforme la vas escribiendo» y que el origen de la misma «tiende a ser una cosa muy modesta».
En este acto, organizado por Fundación Cajasol y Fundación José Manuel Lara, el autor manifestó que «el libro nace de los orígenes más casuales» y que «pequeñas imágenes que se guardan en la cabeza te llegan a servir con el tiempo». «Hay pequeñas observaciones que son muy reveladoras», apostilló. Sobre la importancia de empezar bien una novela, el autor de ‘Plenilunio’, ‘El invierno en Lisboa’ o ‘El jinete polaco’ considera que la primera frase de un libro «no tiene que seducir al lector sino al escritor», ya que «en el momento en que la tienes parece que el libro entero va a salir de esa frase», al tiempo que resalta que la literatura «se escribe mucho con el inconsciente».
Muñoz Molina se refirió también al proceso de documentación, un aspecto que ha cambiado mucho con la llegada de Internet por «la proximidad de conseguir documentación de primera mano con facilidad», manifiesta, y dice que el escritor encuentra documentación que «le sirve para inventar y según avanza busca una documentación y no otra». Aunque, precisa, «es una paradoja porque te tienes que informar y tienes que hacer como si no te hubieras informado».
Cuestionado sobre su última novela, ‘Como la sombra que se va’, en la que él mismo es un personaje, el autor reconoce que «ponerse en el lugar de sí mismo hace 30 años es un trabajo difícil», y acerca de lo que nunca hay que hacer a la hora de escribir afirma que «escribir mucha veces, por lo pronto, es no escribir ciertas cosas» y «no caer en la basurilla lingüística de la estamos rodeados». Además, el escritor defiende que «no pasa nada por no parar» cuando se escribe una historia y que «lo importante es saber quitar», ya que «la belleza muchas veces se consigue quitando cosas». Además, indica que «un texto literario puede ser siempre mejorable», y resalta que «la novela como arte aspira a contar la complejidad del mundo».
Por último, y ante la pregunta de si los maestros son generosos, Muñoz Molina afirma que él ha conocido a personas muy generosas que en un momento dado le han ayudado, enumerando a Carmen Martín Gaite, Miguel Delibes, Eduardo Mendoza o Juan Carlos Onetti.