La Fundación Cajasol ha querido sumarse a la campaña puesta en marcha por el Teléfono de la Esperanza durante la primera fase de desescalada para afrontar este nuevo periodo de crisis sanitaria bajo el lema ‘Que no te pare el miedo’ con los siguientes objetivos:
- Movilizar y sensibilizar acerca de la importancia de desarrollar conductas de cuidado personal y de apoyo social.
- Invitar a las personas a que, ahora que empezamos a salir de nuestras casas, modifiquemos conscientemente la respuesta psicofisiológica de miedo y la transformemos en respuestas de apertura, cuidado personal y apoyo social, manteniendo la distancia física (que no la emocional).
- Desarrollar habilidades de resiliencia, trasladando a la población que hay cosas que podemos hacer para mejorar nuestro bienestar y el de los demás.
- Difundir la web www.compartevida.es, como recurso comunitario y gratuito para la intervención psicosocial.
El Teléfono de la Esperanza ha reforzado su presencia durante esta crisis sanitaria. Desde el 13 de marzo hasta el 4 de mayo se recibieron, a través de sus 31 líneas de teléfono, 22.782 llamadas, lo que ha supuesto un incremento del 30 % de las llamadas comparado con el mismo período en 2019. El Servicio de apoyo y asesoramiento psicológico, prestado por profesionales sanitarios, puesto en marcha tras la declaración del estado de alarma a través de www.compartevida.es ha recibido 720 solicitudes de asistencia psicológica prestada por profesionales sanitarios.
Las crisis, del tipo que sean, tienen un aspecto dinámico que debe atenderse. El campo de la salud mental o del bienestar emocional, no es ajeno a esta consideración. Una crisis o una dificultad emocional que se estanca merecen atención. La actual crisis sanitaria, por el carácter disruptivo con la que se produjo, provocó una situación de alarma y emergencia con las correlativas consecuencias afectivas, cognitivas y conductuales. Hay ejemplos muy comunes y cotidianos de estos impactos, entre otros, fácilmente reconocibles; La reacción de parte de la población de acopiar suministros en sus casas, muy por encima de sus necesidades más inmediatas. Sensaciones, en ocasiones desbordantes, de una intensa emoción cuando la gente se asomaba a las ventanas a las 8 de la tarde. Modificaciones en las sensaciones energéticas del cuerpo por los cambios fisiológicos vinculados al confinamiento. Una inquietud generalizada mezclada con sensación de confusión, consecuencia de la sobreinformación y la pérdida de rutinas.
Por supuesto, aquellas personas que se han visto además expuestas, o que están más en contacto, con las consecuencias biopsicosociales de la pandemia, presentan problemáticas más específicas con un fuerte impacto sobre el equilibrio psicológico (fallecimiento por enfermedad, pérdida de empleo, estrés laboral…). Desde un punto de vista psicológico, considerando la población en general, el miedo ha sido la emoción más determinante en este primer momento. El miedo constituye una reacción adaptativa adecuada a una situación en la que hay riesgo para nuestra integridad física, en este caso, la enfermedad. Una parte de la población, nuestros mayores, se ha visto especialmente afectada por esta circunstancia.
El miedo tiene múltiples formas de expresarse a través del mundo emocional, de los pensamientos y de las conductas. Estos días, cuando salimos a la calle, podemos comprobar cómo nuestra postura está contraída, cómo evitamos mirarnos o bajamos la mirada al suelo, cómo giramos levemente nuestro cuerpo echando un hombro hacia delante, o exponiendo nuestra espalda con preferencia a las partes más blandas situadas en nuestro torso.
Las posturas y los gestos asociados al miedo tienen su correlato psicológico. La investigación en psicología en estas últimas décadas, ha venido poniendo la atención sobre esta correlación entre la postura y la respuesta emocional. Por otro lado, es de sobra conocido que, incrementar el repertorio de emociones de valencia positiva, mejora el funcionamiento de sistema respiratorio, cardiovascular e inmune1, lo que revierte en un mejor afrontamiento de la enfermedad, si se presentase. En estos días se habla de desescalada pero, ¿cómo hacemos ahora esta transición con el cuerpo lleno de miedo?.
Ignorar lo que ha sucedido y está sucediendo no es adaptativo, y no va a facilitar que se promuevan conductas de cuidado personal y apoyo colectivo. Mantenernos en el miedo tampoco resultará adaptativo, pues el contexto actual requiere que nos movamos, si bien en una dirección distinta a la que precedió a esos primeros momentos de la pandemia. Llega ahora un tiempo complejo en el que es preciso promover actitudes y conductas que se orienten a desarrollar pautas de cuidado personal, tanto para promover el propio bienestar como el bienestar de las demás personas; impulsar conductas prosociales, dándonos cuenta de la importancia del apoyo social y de la construcción de redes que puedan dar respuesta a necesidades de muy distinto orden que ya han surgido y que surgirán. En ese aspecto encontrarán siempre el apoyo de la Fundación Cajasol.