El presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido, se reúne con los tres galardonados de los Premios del Flamenco Cajasol para entrevistarlos y hablar sobre este arte que es patrimonio de nuestra tierra.

En una noche donde el cante jondo, la guitarra española y el taconeo formaban parte de la banda sonora de la sede principal de la Fundación Cajasol, recibo a tres grandes del flamenco, Merche Esmeralda, Tomatito y Fosforito. Tengo tiempo para poder conversar sobre los Premios que acababan de recibir. Todo ello en una noche espléndida donde el reconocimiento a sus carreras fue el principal objetivo de la cita.

Los tres protagonistas están acostumbrados a recibir premios y condecoraciones, pero algunos de ellos se sorprendieron de la importancia del evento al ver tantas personalidades de diferentes ámbitos. Así pues, la sevillana Merche Esmeralda sintió «sorpresa» al enterarse que iba a recibir este premio de la Fundación Cajasol, ya que no se lo esperaba. «Siempre se dice que uno no es profeta en su tierra, entonces que te lo den en Sevilla, pues tiene un valor añadido. Es algo muy especial», me explicaba.

Por su parte, Tomatito, además de agradecer que la Fundación Cajasol haya pensado en él, agregó que siempre que se valora el flamenco, es positivo. Mientras que el cantaor Fosforito, que tantos premios ha recogido, destacó que recibe este «con mucho honor y orgullo, porque todos los premios tienen la calidez de la bondad». Además, como señalaron sus compañeros premiados, siempre que se premia el flamenco es algo grandioso. «El reconocimiento al flamenco es siempre bienvenido, porque reconocer el flamenco es adaptarlo, darle visibilidad, situarlo en el sitio que merece», me argumentó el nonagenario.

Cuando se les preguntó sobre la Gala en la Fundación, así como por el cariño recibido por todos los asistentes, los tres artistas se mostraron abrumados con la acogida. Merche Esmeralda me afirmó que se encontró con personas y compañeros que hacía tiempo que no veía, pasando «una noche preciosa» en la que conoció a muchas personas de otros ámbitos que admiraba.

Tomatito, por su parte, me explicó que además de bonito fue un evento muy cuidado y en el que notó mucho compañerismo, mientras que Fosforito destacó que ver a tanta gente del mundo flamenco era «muy gratificante».

Profundizando en la labor de la Fundación Cajasol y los Jueves Flamencos, que están de aniversario, el cantaor cordobés destacó que lo conoce desde hace tiempo. «Recuerdo un ciclo en el que estuve con mi querido amigo Manuel Herrera. Yo daba conferencias sobre flamenco en varios puntos de Sevilla», me explicó.

Mientras que el guitarrista Tomatito afirmó que le encantan estos ciclos «que llevan un montón de años, en los que se ven a artistas jóvenes, y no tan jóvenes», en lo que considera una labor de diez.

La bailaora Merche Esmeralda, por su parte, rememoraba aquellos primeros años de los Jueves Flamenco en el Teatro Álvarez Quintero, en los que ella participaba. «Yo he bailado en los Jueves Flamencos para Cajasol. Creo que fue casi al principio del ciclo. Eran recitales muy especiales. La verdad es que los Jueves Flamencos brindan una oportunidad al mundo flamenco de ver espectáculos de mucho nivel y muy bien hechos», recordaba.

PRESENTE Y FUTURO DEL ARTE JONDO

Cuando les preguntaba a los tres protagonistas de la primera edición de los Premios del Flamenco Cajasol sobre el estado del arte flamenco, cada uno me mostraba una visión particular, pero todas ellas se daban la mano. Mientras Tomatito se refería a que el arte flamenco «es tan sabio que siempre va recogiendo cosas, y lo que le vale, se lo queda», Fosforito destacaba que los ciclos evolutivos deben «mantener el respeto y mantener la pureza». Por su parte, Merche Esmeralda abogaba por una situación muy buena en la que hay que «trabajar» la técnica como vehículo al flamenco.

«El flamenco es sabio, es una música del pueblo que muestra el dolor, al igual que el jazz. Considero que el flamenco es tan sabio que siempre va añadiendo elementos y los que valen, se quedan para siempre. Un ejemplo es el cajón. Lo trajo Paco de Lucía de Perú. El maestro señaló que serviría para el flamenco, y lo introdujo. Y ahí está, lo llevamos a todos lados y creo que se quedará para siempre», me explicaba Tomatito.

Cuando les preguntaba por la cantera, que actualmente está curtiéndose en los escenarios y tablaos flamencos, cada premiado tiene su punto de vista. La bailaora sevillana destacó tanto a las nuevas generaciones como a los profesores que deben enseñar a todos los jóvenes que quieren formar parte del flamenco. «Siempre va a haber gente que tenga esa afición, bien por padres, bien porque le guste su forma de expresión. Lo único es que se va renovando, porque el arte se alimenta de la vida, de las personas, del mundo, del movimiento (…) Espero que haya grandes profesores también para que indiquen y enseñen al alumnado y a los futuros bailarines siempre desde la profundidad», me argumentó la bailaora flamenca.

Tomatito me confirmó la idea de que la cantera viene fuerte y que hay muchos artistas que pueden ser referentes pero que sólo el tiempo dirá hasta dónde pueden llegar. En el caso de Fosforito, y su opinión sobre la cantera, el veterano cantaor quiso expresar que hay gente estupenda pero que no se puede comparar con otros grandes del flamenco. «Todos ellos han dejado su impronta y su creatividad. Por eso el flamenco está creciendo siempre», explicaba. Y no quiso acabar su argumentación sin dejar claro que todos los que se sumen al arte flamenco deben hacerlo «con la capacidad de aportar sin descomponer la esencia».

Por último, los tres premiados contaron los mejores momentos que han vivido con el flamenco de protagonista. La bailaora Merche Esmeralda me trasladaba que vivió grandes momentos ya que «ha tenido la suerte de trabajar con extraordinarios profesionales» por todo el mundo. Pero si recuerda uno fue el primer Festival de Sevilla, celebrado en el Parque de María Luisa, cuando tenía sólo 16 años. «Yo salía bailando por soleá, me cantaba Romerito y en una de las llamadas mías, en la vuelta que yo daba, se bajó don Antonio Mairena y empezó a cantarme por soleá (…) Y yo no sabía cómo iba a terminar, porque era una improvisación. Entonces, él me cantó por romance y yo comencé a bailarle haciéndole una llamada y se sacó el pañuelito y dije para mí, ‘ya se quiere ir’. Fue de las noches más bonitas, un momento único y, además, para una muchachita tan joven, era todo muy especial», narraba. Aunque también contó su experiencia en el Metropolitan de Nueva York en el año 1988: «Cuando terminé por soleá, el público fue muy cariñoso conmigo, me aclamaban por mi nombre. Fue muy emotivo. Además, cuando salí para el hotel, había muchas personas que me esperaban y que me aplaudían», recordaba.

Por su parte Tomatito me destacó que lo más bonito que le ha pasado en el flamenco es poder tocar con Camarón, además de los momentos de grabación de discos con Paco de Lucía. «Considero que soy una persona privilegiada, porque hago lo que me gusta, vivo de ello y encima he compartido momentos especiales con grandes genios de mi época», explicó el guitarrista.

En el caso de Fosforito, y su carrera de más de siete décadas, hay muchos momentos que recordaba. «Yo he conocido a todo el mundo, o a casi todo el mundo, incluido Tomás Pavón, he compartido amistad con La Niña, he compartido camerinos con Pepito, con Antonio Mairena, con Chocolate, con Terremoto, con tantísima gente que cantaba muy bien. Entonces, esa esencia, esos sabores, esos sonidos, eso lo he disfrutado mucho», rememoraba.

Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol