Rocío Guerra, fundadora de Xeito Meeting, ha entrevistado a María Jesús Recuenco, licenciada en Psicología y experta en emociones, bienestar emocional, neuropsicología infantil y desarrollo, con motivo de la celebración del ciclo «Escuchando tendencias. La montaña rusa de la educación», celebrado en la sede de la Fundación Cajasol en Córdoba.  Recuenco fue la invitada de la primera sesión, dedicada a la Educación Temprana, en la que, de la mano de la psicopedagoga Nuria Vázquez-Dodero, trataron cuestiones como el desarrollo cerebral, las rabietas, los límites, las pantallas…

¿A qué pueden deberse las expectativas y realidades que tenemos sobre la educación de nuestros hijos?

Para poder comprenderlo es necesario conocer el desarrollo del cerebro desde el útero materno. Y para que sea de forma sencilla, clara y no compleja voy a explicar el cerebro infantil con el Modelo de Paul McClean, denominado “Cerebro Triuno”.

Para situarnos, nuestro cerebro evoluciona de abajo – arriba:

Cerebro Triuno

1. Reptiliano. Se empieza a desarrollar en el útero materno y su madurez es alrededor del año. Instintivo. Estructura cerebral encargada son los ganglios basales, tronco del encéfalo y cerebelo. Se encarga de la automatización de movimientos y de la integración de los reflejos primarios, el desarrollo de los reflejos posturales. Representa los institutos básicos para la supervivencia: hambre, sexualidad, sueño, lucha y huida.

2. Límbico. Emocional. Activa la amígdala y sistema límbico. Empieza a desarrollarse desde el nacimiento. Es el encargado de experimentar las sensaciones que no produce una actividad o situación. Por ello, se encarga las emociones, el aprendizaje y memoria,

3. Neocórtex. Razón, cerebro pensante. Se desarrolla a partir de los 3 años hasta aproximadamente los 25 años. Se encarga de la regulación emocional, control de nuestros impulsos, planificación, organización, flexibilidad, etc.

Para entender a nuestros hijos y a nosotros mismos, la mejor herramienta es conocer la evolución de nuestro cerebro.

Cuando estamos calmados, tenemos autocontrol, regulación emocional y, probablemente, nuestras decisiones sean más eficaces.

Pero ante situaciones estresantes (arriba – abajo), en primer lugar, se encuentran la supervivencia y activación del sistema límbico. Este último toma las riendas e inactiva nuestro cerebro más racional: no es el momento para tomar decisiones, nos cuesta ser más sociales e incluso empáticos.

Necesitamos ese espacio para volver a la calma y ayudarnos y sí, ayudar a nuestros hijos.

Entonces siguiendo en línea a lo explicado, ¿las rabietas las podíamos explicar con este modelo?

Las temidas rabietas. Efectivamente, las rabietas son unas de las situaciones más incómodas para las familias y se dan en los tres primeros años de vida del menor. Pueden llegar a generar en las familias sensaciones de impotencia e incapacidad por no poder solucionarlo, sin gritar o sin desgaste emocional importante.

Las rabietas son parte del neurodesarrollo en la infancia de nuestros hijos. El psicólogo Rafael Guerrero las compara con la etapa de control de esfínteres.

Por ello, nuestros hijos no quieren sacarnos de quicio, y no lo hacen para desafiarnos, es su forma de expresar la frustración que por edad no es capaz de regular, ya que su corteza prefrontal no está desarrollada. No podemos pedirles que presenten autocontrol o que actúen como un adulto porque no están preparados.

• ¿Conocéis las rabietas de vuestros hijos?
• ¿Pensáis que se pueden prever?

Se han podido comprobar tres situaciones en las que un niño puede tener una rabieta:

. Necesidades básicas.
. No entiende los cambios que suceden de forma repentina.
.Una forma de desahogo. Nuestros hijos también acumulan tensiones ocasionadas por vivencias pasadas: y que pueden servir de detonante y así expresar sus miedos, rabia, tristeza incluso.

¿Qué trucos podríamos emplear para manejarlas?
Siempre recomiendo a las familias realizar un diario de observación de las rabietas. Es una práctica psicológica muy valiosa, ya que todo aquello que se escribe nos hace más conscientes de ello. Sería necesario registrar:

• Motivo que lo inicia.
• Qué comportamiento tiene.
• Cómo actuamos nosotros.
• Y qué respuesta tiene el niño.

Más factores:

– Entender su rabieta. Esto no implica ceder. Implica que entiendo que no está preparado para regularse emocionalmente y yo como adulto no me voy a contagiar de su enfado
– Nuestro objetivo principal en ese momento es recuperar la calma. Y para ello, tenemos que ser conscientes que nosotros somos los primeros que tenemos que recuperarla. A través de nuestro ejemplo le enseñamos a cómo enfrentarse a las situaciones futuras.
Si necesitas un respiro dártelo, o si lo necesita el menor dáselo.
– Ponte a su lado, simplemente estar. No hay que sermonear ni dar explicaciones en ese momento. No está preparado. Esperaremos hasta que haya calma. Hasta que no esté sereno valoraremos su emoción.
– Poner límites, nuestro mejor aliado para recuperar la calma. Cuando ponemos un límite o norma estamos favoreciendo la activación de la corteza prefrontal y por ende a saber autorregularse conductual y emocionalmente. El poner límites por parte de los padres requiere de una actitud de tener la total seguridad de que estoy haciendo lo correcto para mi hijo o hija. Actitud serena, inmediata, clara y segura igual que si tu bebé coge un bote de detergente.

"Recomiendo a las familias un diario de observación de las rabietas"

Los límites qué necesarios e importantes son, pero ¿cómo ponerlos?

Hay 7 reglas: pronto (la primera vez que ocurra y así evitarás la conexión incorrecta interneuronal), antes de que la conducta inadecuada ocurra, siempre (de forma consistente, ojo con los familiares estos también deberán de aplicar dicha norma), con tranquilidad, con confianza y con cariño.

· Tan importante es hacer valer los límites como saberlos romper.

Hay distintos tipos de límites:
– Límites inquebrantables: son los que garantizan la seguridad del niño (no meter los dedos en el enchufe, no coger la lejía, no subirse a alturas, no cruzar solo, etc).
– Límites importantes para el bienestar: estos límites son los que se deben hacer valer siempre o casi siempre, pues son importantes para el desarrollo del niño y su bienestar. No obstante, se pueden hacer excepciones muy contadas o pequeños matices. Por ejemplo, un límite es que no se pegue, pero hay que enseñarle a defenderse si le están pegando. Otro ejemplo es que se come todos los días, pero en el caso de que le duela la barriga, lo lógico es que no se cumpla la norma.
– Límites importantes para la convivencia: son normas como hay que bañarse todos los días, no se come en el salón, no se toma helado o chuches después de cenar, sólo se puede ver una hora de dibujitos al día, hay que cepillarse los dientes. Estas pueden saltarse cuando hay visita, los fines de semana, en vacaciones o cuando le queramos dar un caprichito.

Hablar de límites está relacionado con los castigos y los premios. ¿Son eficaces o no lo son?

No lo son, hay que saber muy bien si lo que estoy aplicando va a ser educativo para nuestros hijos.

Cada vez más estudios científicos nos informan que los castigos utilizados como metodología educativa tienen a largo plazo consecuencias desfavorables en nuestros hijos:

· No ayudan a eliminar conductas negativas
· Generan frustración en el niño
· Generan ansiedad en el niño
· Pueden generar más malas conductas
· Generan una baja autoestima en el niño
· Daña la relación padre/madre e hijo

¿Qué alternativas podemos dar?
– Buscar soluciones en familia donde el menor sea partícipe
– Poner límites claros y predecibles.
– Facilitar. Avisar con antelación (en 5 minutos vamos al baño).
– No forzar: pídele ayuda, hacerlo juntos, hacer de la actividad una broma, divertido.

Y en cuanto a los refuerzos también se aprecia que son pobres o ineficaces:
* Premios materiales: juguetes o regalos.
* Premios alimenticios: dulces o más comida.

Generan dependencia emocional.
* Los que van en contra del desarrollo y bienestar del pequeño: no lavarse los dientes, ver tele antes de dormir, jugar a videoconsolas o play.
* Refuerzo condicionado:
“Si haces esto…entonces yo te daré”
“Si comes bien entonces te leeré un cuento”

"Recomiendo a las familias un diario de observación de las rabietas"

¿Crees que las pantallas son un refuerzo negativo?

Primero de todo, debemos tener en cuenta que la tecnología está en nuestras vidas. Hay que hacerles ver a nuestros hijos que es importante hacer un buen uso, y nosotros tenemos que dar ejemplo.

Las pantallas tienen una recompensa inmediata a nuestro cerebro, lo que le hace codependiente de ellas. Los estudios científicos demuestran que las pantallas generan cortisol, haciendo que nuestra corteza prefrontal funcione peor, provocando que nuestro cerebro actúe cada vez menos, ya que no se regulan ante el aburrimiento y el estrés.

Es importante:
– Implantar normas claras y ser constantes con ellas
– Predicar en el ejemplo.
– Pasar tiempo en familia haciendo actividades sin pantallas.
– Por favor, no utilizar pantallas antes de ir a dormir (una hora antes). Induce negativamente en la segregación de la melatonina.
– Explicarles los beneficios de tener una relación sana con las pantallas. Ayudamos a que desarrollen un pensamiento crítico.

Puedes ver el encuentro íntegramente aquí: